miércoles, 24 de julio de 2013

El sapo con el burro (Cuento tradicional)

Andaba el burro pasteando en una ciénaga cuando piso a un sapo que estaba en el agua, y el sapo gritó:
-¡Eh, burro, que no ves gente!
El burro siguió pasteando sin, preocuparse de lo que había oído; al rato volvió a pisar al sapo, mas fuerte que antes, y este grita otra vez:
-¡Eh, burro, que no ves gente!
Entonces el burro miró para abajo, y al ver que era un sapo, le dijo:
-¡Que gente vas a ser! ¿Qué no ves que no sos más que un triste sapo?
-Pero soy más gente que vos -replicó el sapo- y sé que te lo voy a probar. Haremos la guerra y el que gane la batalla será más gente.
Acepto el burro el desafío, convencido de que aplastaría al sapo, y acordaron quince días de plazo para los preparativos del combate.
El sapo se buscó una calabaza con una boca chica, la llenó de tábanos, mosquitos, abejas y de cuanto bicho picara fuerte, y la tapó bien. Mientras tanto el burro busco leones, tigres, zorros, y todo animal malo que puso encontrar.
Cuando el burro tuvo reunido sus elementos, y llegado el día fijado, mandó a una zorra a verse con el sapo y a averiguar si estaba listo, diciéndole que de parte del General Burro estaba a sus órdenes. El sapo contestó que estaba preparado y que lo esperaba; la zorra, curiosa, le preguntó al sapo donde tenía su gente y éste, mostrándole la calabaza, le dijo:
-Aquí dentro.
La zorra, burlona, empezó a reír, diciendo:
-¡Como será esa gente!
Entonces el sapo destapó la calabaza, dela que salieron algunas abejas que se le prendieron a la zorra; esta gritaba y se revolcaba de dolor, hasta que el ardor que le produjeron las picaduras la hizo tirarse a un pozo con agua; solo así se libró de las abejas.
Pasada la primera impresión, regreso la zorra y le dio cuenta al burro de su misión, diciéndole que el sapo estaba listo, pero oculto lo que le había pasado. El burro, al frente de su gente, fue al encuentro del sapo, y al encontrarse empezó la batalla. El sapo abrió la calabaza, de donde salió un enjambre: ¡se prendieron de la gente del burro, derrotándolo completamente! La zorra, ya se conocía que clase de gente tenía el sapo, salió de las filas antes de llegar frente al enemigo, y se subió a una altura desde donde presencio la derrota y la fuga de sus compañeros. Desde allí les gritaba con toda sus fuerzas:
-¡al agua, compañeros, al agua, que así lo hice yo!     

El sapo gano la batalla, comprobando que era más gente que el burro.  

El otro Rey

Llovía de Silvia Schujer

Llovía. ¡Y cómo llovía!
Eran las 3 de la tarde y llovía.
El agua mojaba la vereda. Los techos. Los árboles, los paraguas y los zapatos. ¡Qué poco original!
Eran las 4 de la tarde y llovía.
Los chicos hacían dibujos en los vidrios empañados. Los borraban y volvían a empañar.
Los árboles se sacudían a la primera caricia del viento. Flish, flush.
Eran las 5 de la tarde y llovía.
La gente esperaba a otra gente para decirle: “¿viste cómo llueve?”. Los charcos se iban haciendo cada vez más grandes, como aprendices del mar.
A veces el agua bajaba como si en vez de nubes, en el cielo hubiera mangueras. A veces como rocío.
La noche empezaba a preguntarse si también se iba a mojar.
Las casitas de chapa empezaban a sentirse mareadas.
Y la luna estaba segura de que iba a tener que aprender a nadar.
Porque llovía. ¡Y cómo llovía!
Era el día siguiente y llovía.
Con mayúscula y minúscula llovía.
Hasta que me di cuenta de algo: si la lluvia continuaba no podría terminar jamás el cuento.
Mis cuentos nunca terminan con lluvia. No me gusta que naufraguen los lectores.
Fue Máximo Aguado el personaje que me vino a la mente. Lo tenía escondido entre buenas ideas.
Se metió en la historia sin permiso. Así nomás. Y haciéndose el protagonista gritó: “¡Basta de llover, caramba!” “Ya fue suficiente”.
Y, ¿saben lo que pasó?

Sí, eso. Que no cayó más agua y este cuento... se acabó.

El Renacuajo Paseador (Rin Rin Renacuajo) de Rafael Pombo

El día que se inventó el Año Nuevo de Gustavo Roldan

Pica la gallina de Maria Alonso Santamaria

Pica la gallina, Pica que te pica, pica que te pica picó a un avispón. Pica el avispón, que ve que le pican, pica que te pica a la gallina picó. Picó la gallina, picó el avispón, pica que te pica, pica picotón.

Noche de reyes a saltos de Gustavo Roldan

El sapo andaba atareado y nervioso, revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para saludar.
 -Esta noche vienen, ¿eh, don Sapo? -preguntó el coatí.
Los Reyes Magos-
 -Ay, don Sapo, no veo la hora de que lleguen -dijo la paloma.
 -No sé si voy a poder dormir esta noche -dijo la iguana.
 -Bah -dijo la lechuza-, ése es un sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.
 -Don Sapo nos dijo que esta noche van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.
 -¿Sí?- dijo la lechuza-, y también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?
 -Claro que sí. Nos contó que había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben cruzar el mar. A saltos, claro.
-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?
-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de cruzarlas, a saltos.
-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos! ¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?
-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.
-Bah -dijo la lechuza-, se van a quedar con las ganas porque esta noche no va a venir nadie.
En la noche brillaba una luna redonda y blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.
Aquel 6 de enero todos se despertaron muy temprano.
-¡Vinieron los Reyes!  ¡Vinieron los Reyes!- gritaban picos y hocicos.
Al lado de cada uno había un regalo. Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.
-¡Vinieron los Reyes!  ¡Vinieron los Reyes!- gritaban todos.
¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón, tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:
-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.